Al ir avanzando por el camino nos damos cuenta. Cuando llegamos y nos paramos debajo del arcoiris me gusta sonreír y
mirarte a los ojos. Esa sonrisa tuya me
encanta, es determinante para mi... es capaz de cambiar mi perspectiva del presente, y del pasado también. Puedo estar horas mirándote observar el horizonte, con
tu mirada perpendicular a la mía, mientras paseo cada detalle de
tu rostro pensativo. Luego cuando tu mirada se traslada a mis ojos y me preguntas "¿Qué?" sonriendo nuevamente, me llenas de esa
sensación de esperanza en mi vientre, y haces que todo se vuelva más sobrellevable.
(
No me lo quites, por favor, por favor ahora y mil veces más. No ahora, cuando es así. Cuando siento esto y no quiero acallarlo ni guardarlo dentro de lo más recóndito de mis tesoros, tampoco dejarlo para después)
Mirar las nubes
ya no significa dispersión mental. Tampoco significa pensar en conejitos saltando por la pradera (a veces si, y puta que si) significa tenerlo en mente y que
su rostro esté siempre latente cada vez que cierro los ojos, significa sentir ese
fuego dentro que cada vez quema con más rabia, con más energía. Y si es así, me atrevo a decir que quiero quemarme entera y quedar rostizada, luego que me toques y desvanecerme, desarmarme por que estaré combertida en cenizas.
Lo quiero. Lo
siento.
Y gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario